Escrito por Luis CASADO
el 26/05/2007
Las declaraciones desafortunadas les atraen a sus autores una réplica muy merecida y que cae de cajón: “Perdió una oportunidad de quedarse callado”. Los ejemplos son numerosos. El diario parisino Le Monde, por ejemplo, un par de semanas antes de mayo del 68 tituló a toda página: “Francia se aburre”. Conocemos lo que vino enseguida.
El reputado economista Irving Fisher aseguró el 17 de octubre de 1929: “La Bolsa ha alcanzado una cima permanente”. Siete días más tarde se produjo el llamado “Jueves Negro”, la peor crisis financiera de la historia de la humanidad.
Entre las perlas salidas de la boca de nuestros próceres se cuenta aquella que le extendió un pasaporte hacia la impunidad a mucho criminal suelto cuando se afirmó que había que hacer justicia “en la medida de lo posible”. “La medida de lo posible” ha eternizado el modelo económico de la dictadura, su injusticia social, su institucionalidad espuria protegida no tanto por las leyes de amarre como por la complicidad de quienes han manejado la manija desde el año 1990 en adelante.
Como si fuésemos adultos discapacitados, como si fuésemos adultos no emancipados, durante dieciocho años hemos aceptado una democracia destilada con cuentagotas, una democracia “en la medida de lo posible”, y hemos hecho como si de verdad la transición no iniciada hubiese terminado. Afortunadamente hay una reserva moral en nuestro país, hay quienes piensan que Chile es posible. Plenamente. E inspirándose en los mejores momentos de la historia de nuestra república se levantan para exigir que se convoque una Asamblea Constituyente con el noble objetivo de darle a nuestro país una Constitución democrática, una Carta Magna digna de ese nombre. Y lanzan un llamado que recuerda el “Aun tenemos patria ciudadanos” del inmortal Manuel Rodríguez.
Para convocar al pueblo de Chile se utiliza, por primera vez en mucho tiempo, el recurso de la veracidad:
“La inestabilidad y la precariedad del empleo, la deficiente atención en salud, educación y vivienda, la gravísima destrucción del ecosistema, el deterioro de la calidad de vida en nuestras ciudades, la impunidad que beneficia a muchos civiles y militares responsables de graves crímenes contra la humanidad, la discriminación y el desconocimiento de los derechos de los pueblos originarios, la corrupción y la burocracia presentes en el aparato público, la crisis del transporte urbano y la escandalosa y creciente desigualdad entre ricos y pobres, son resultado de un modelo económico e institucional amparado por el Decreto Ley Nº3464, que cuatro generales denominaron “Constitución Política del Estado”.
En esas sabias palabras está expuesta la gestación entre cuatro paredes del esperpento que sigue bloqueando y pudriendo la sociedad chilena, y sus terribles consecuencias para la inmensa mayoría de la población.
El crimen antidemocrático que se denuncia es de tal envergadura que conviene recordar, con Jean-Jacques Rousseau, que “El pueblo sometido a las leyes debe ser su autor”.
Nadie en su sano juicio puede afirmar que el pueblo de Chile es autor del texto impuesto en su día por la fuerza de la dictadura, y maquillado luego a espaldas de la ciudadanía. Crímenes más, crímenes menos, Pinochet sigue triunfando gracias a estas pequeñas cobardías que consagran su obra como el zócalo del ordenamiento jurídico en vigor. Los ciudadanos somos juzgados idiotas congénitos, incapaces de participar en la elaboración de las reglas comunes, incapaces de expresar colectiva y democráticamente la voluntad general, fuente de la legitimidad de las leyes.
Pero una Constitución sólo es conforme a la racionalidad cuando es democrática. No es la Constitución la que crea al pueblo, sino el pueblo el que crea la Constitución. El hombre no existe a causa de la Ley, es la Ley la que existe a causa del hombre.
Quienes llamamos a convocar una Asamblea Constituyente no hacemos sino exigir que el pueblo de Chile recupere la soberanía irrenunciable de la cual nunca debió ser despojado. En un futuro no muy lejano, cuando los representantes del pueblo de Chile se reúnan para refundar la república y consagren un texto constitucional que sea la expresión de la voluntad general, habremos terminado de una vez por todas con las peores consecuencias del odioso y negro período de la dictadura.
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NOS VEMOS EL 4 DE SEPTIEMBRE EN EL PARQUE O’HIGGINS – POR UNA ASAMBLEA CONSTITUYENTE