sábado, 16 de mayo de 2009

GRANDES ENSEÑANZAS DE PEQUEÑAS EXPERIENCIAS

GRANDES ENSEÑANZAS DE PEQUEÑAS EXPERIENCIAS
Por M & S
(Dos ex jóvenes chilenos que vivieron esta experiencia)

Apenas habían transcurrido diez azarosos años desde aquella entraba triunfante a La Habana de los revolucionarios bajados desde Sierra Maestra.
Un grupo de jóvenes trabajadores chilenos recién habíamos llegado en visita oficial, invitados por nuestros pares cubanos.
Nuestros anfitriones nos habían preparado una colonial y muy bien mantenida casona en un barrio que había abandonado la rancia burguesía cubana, ahora conspirando en Miami.
Nuestros compañeros cubanos se retiraron y la mansión y todo lo que allí había, quedaba a nuestra disposición. De alegría no “cabíamos en nuestros pellejos”, ¿cuándo este grupo de trabajadores “patipelaos” chilenos, habíamos viajado en avión y ahora alojados en una mansión como esta?.

En algunos minutos más empezaría el anochecer, encendimos todas las luminarias aunque la luz del sol del atardecer tropical aun nos permitía ver dentro de las habitaciones. Desempacamos nuestros efectos personales nos duchamos copiosamente y nos “emperifollamos” para salir pronto a conocer la ciudad.
La casa parecía “arbolito de pascua”, las risotadas y bromas entre compañeros iban y venían, parecíamos un grupo de niños con juguetes nuevos.

De pronto suena un timbre, alguien golpea la puerta y dos o tres de los nuestros la abren para saber quien se atreve a interrumpir nuestro jolgorio.
Son tres muchachitos entre 7 y 12 años… los quedamos mirando y preguntamos ¿qué quieren?.
El mayorcito como teniendo una papa caliente en la boca nos dice,”compañeros no saben que es la hora pico
Armamos un barullo, alguien de los nuestros pregunta - ¿”pico” pa´ quién? – y luego las risotadas
Los niños nos miran extrañados, tal vez molestos y sin decir palabra se retiran.

Pasarían cinco o diez minutos.
De nuevo el timbre, abrimos la puerta y frente a nosotros están los tres muchachitos con tres mayores, entre ellos una muchacha, con pañoletas rojas al cuello.
Paramos la zalagarda y preguntamos con nuestra típica voz chillona de chilenos, - ¿Qué se les ofrece? -.
- Hummm¡ , ¿ustedes no son cubanos?- nos preguntan, mientras los “cabros chicos” nos miran seriamente y extrañados.
- No somos cubanos, somos chilenos, recién llegamos -.
- ¿Vienen de Chile?, el país de Luis Recabarren - dice uno, - el de Gabriela Mistral - desde atrás comenta la muchacha.
Los muchachitos sorprendidos…. Nosotros también.
- Compañeros, les deseamos feliz estadía en Cuba - nos dicen calmadamente, como sabiendo que teníamos nuestras limitaciones para entender su pronunciación.
- Pasen… No muchas gracias.
- Compañeros, somos milicianos del CDR de la cuadra (Comité de Defensa de Revolución) ustedes tienen todas las luminarias encendidas, y “estamos en la hora pico” que corresponden a un par de horas antes y después que se oscurezca completamente. Los cubanos hemos tomado la determinación de disminuir el consumo para que puedan seguir funcionando a plenitud las fábricas, los hospitales y otras empresa del pueblo.
Aun no terminaban de argumentar el porque de tal medida popular cuando algunos rápidamente fuimos apagando las luces… “Tendríamos que haber sido muy brutos o enemigos de la revolución para no entender.”.

Los cubanos se retiran, quedamos con un sabor a ingenua inconciencia, y en la mente de cada uno de nosotros el convencimiento que esta revolución la está realizando el pueblo, nadie por muy genial que sea, la está haciendo a nombre del pueblo.
- Esta revolución no la para nadie, a menos que sea el propio pueblo cubano -, nos dijimos hace casi 40 años atrás en una casona de La Habana Vieja.

Luego salimos a recorrer la ciudad, paseamos por el malecón, probamos los exquisitos helados de El Copelia, nos mezclamos y conversamos con la gente, conocimos la auténtica alegria y conciencia popular revolucionaria.

El pequeño puñado de chilenos que estuvimos en la puerta de aquella mansión en La Habana comprendimos la importancia que reviste la educación en el concepto de la “disciplina conciente”, no en la disciplina de obedecer los encargos y las instrucciones.
Eso se logra mediante el convencimiento, con la comunicación y educación revolucionaria, con la organización disciplinada y conciente de las masas, ganadas para las causas más nobles.

Eso no lo logra la anarquía ni el individualismo.

Valparaíso, 16 de Mayo de 2009



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