Escribe Luis Casado - 25/12/2010
Entre agosto de 2003 y junio de 2004 los ex senadores Carlos Ominami y Jaime Naranjo pedían privatizar el agua para financiar las miserables reparaciones con que Ricardo Lagos humilló a las víctimas de la dictadura. “Reparación simbólica”, dijo Lagos, un amante de los símbolos. Para justificar la venta de las joyas de familia este gobierno no es mucho más inventivo que sus predecesores de la Concertación. Algún ministro, ¿o fue Piñera?, pretende que las platas provenientes de la venta de las Sanitarias serán empleadas para potenciar las empresas públicas: Codelco, EFE, Metro, y ENAP.
La entrega del agua la inició Eduardo Frei, quién estos días deplora amargamente “el regalo de navidad” que Piñera le ofrece a las multinacionales. Si es efectivo que el 30% de las Sanitarias aun en manos públicas le deja al Estado 100 millones de dólares al año, ¿Cuánto le dejaría ese sector al erario público si Frei Eduardo no hubiese privatizado el 70%? Regla de tres simple: U$ 334 millones. Cálculo que tiene el mérito de ilustrar la mala clase de los argumentos de Piñera, como de mala clase eran los argumentos de Ominami y Naranjo, más propios de cabilderos que de parlamentarios.
Pero, ¿Hacen falta pretextos para cepillarse el patrimonio de todos los chilenos? ¿Alguna vez explicó Aylwin, u Ominami que fue su ministro de Economía, las razones que les llevaron a privatizar el Cobre? En la imposibilidad de oponerse a la administración actual por razones de similitud programática y de identidad de intereses, la Concertación vota favorablemente los proyectos de ley de Piñera en el Parlamento mientras pone cara de comer limón para disimular que el cogobierno continúa.
La Concertación votó a favor del royalty que extiende la invariabilidad tributaria de la gran minería ahorrándoles unos 20 mil millones de dólares en impuestos. La Concertación se escondió, fue a tomar café, o a mear, en fin, se abstuvo para que se aprobaran las remuneraciones del sector público que este rechazaba por miserables. Cohabitación.
Cuando la prensa anuncia “La Concertación no descarta acusación constitucional por venta de sanitarias”, uno no sabe si reír o llorar. La formulación es típica del doble lenguaje en boga que sirve de tapadera de la realidad y de medio de incomunicación. La Concertación no declara su “decidida oposición”, ni llama a nadie a cerrar filas para impedir este nuevo atentado a los intereses del pueblo de Chile. La Concertación simplemente “no descarta…”. Lo que le molesta no es la privatización, sino que la decisión “se tomara con premura, sin diálogo”, o sea saltándose el inevitable paso de consultar a sus propios cabilderos y lobistas. ¿Cuestión de reparto de comisiones?
Esta trenza que tranza desde hace más de veinte años, tan opaca y tan turbia, vive con la “transparencia” en la boca como si la privatización de las empresas públicas, luego del Cobre y las sanitarias, resistiesen el menor examen. Una Comisión parlamentaria investigó el pillaje del patrimonio del Estado durante la dictadura, para luego enterrar sus terribles conclusiones en un polvoriento anaquel. Algún ministro logró salir de Capuchinos solo gracias a la velada amenaza de contar lo que sabía. Alianza, Concertación, “hoy por ti mañana por mí”. Cogobierno. Lo importante es que el sistema, ESTE sistema, funcione para ellos, para esa transversalidad de intereses espurios maquillados con la pomada de la “imagen país” tan distinta del país real.
Alianza y Concertación, aguadores y taberneros…