martes, 25 de agosto de 2009

Chile: La alternancia en el poder


Álvaro Cuadra
lunes 24 de agosto de 2009

En cualquier sistema democrático maduro, la alternancia en el poder no debiera mover a escándalo a nadie. Por el contrario, se trata de un hecho previsible y natural ligado al recambio generacional y a la obsolescencia de ideas y visiones ante un mundo en acelerada mutación. En el caso de Chile, sin embargo, hay razones de fondo para que este fenómeno político propio de una democracia llene de inquietud y zozobra a un buen numero de electores.

Las razones de un cierto temor ante el triunfo de los sectores neoconservadores guardan una estrecha relación con la naturaleza misma de “nuestra derecha”. Como buena parte de sus congéneres de la región, nuestra derecha posee características que la situarían en cualquier sistema democrático sano en la “extrema derecha”. Por de pronto, hagamos notar su proximidad histórica y política con una atroz dictadura, lo que se proyecta hasta el presente como una mal disimulada connivencia con sectores castrenses ligados a la violación de Derechos Humanos. En suma, estamos ante una derecha que no posee una mínima solvencia de moral cívica lo que la instala, en el límite, como una derecha antidemocrática.

Un segundo aspecto, no menor, dice relación con el perfil del candidato. La derecha se presenta ante el país encarnada en la figura de un “empresario de éxito”, el señor Sebastián Piñera. Basta revisar el currículo de este personaje para concluir que, en efecto, se trata de un hombre que ha acumulado una gran riqueza, no obstante, su trayectoria está salpicada de conductas y asuntos turbios que lo tornan, por decir lo menos, en alguien polémico aún entre sus pares. Digamóslo con franqueza, un “businessman” formado en la jungla amoral del mundo mercantil no es el personaje más confiable para hacerse cargo de la presidencia de Chile.

Un tercer elemento que alimenta los temores ante un triunfo de derechas remite al proyecto económico y político que se lee en los discursos de su candidato. Nuestra derecha busca perfeccionar el modelo heredado de Pinochet, el mismo que la ha enriquecido como nunca antes, incluido el propio señor Piñera. Esto es, se busca perfeccionar los ajustes neoliberales de los años ochenta con la esperanza de superar la actual recesión. Insistir en políticas neoliberales en un mundo en que las grandes economías capitalistas van en sentido contrario parece un despropósito. Cuando en todas partes se propende a una regulación de los mercados y a un mayor protagonismo del Estado, el proyecto derechista para nuestro país sólo se explica por una tozuda y añeja visión ideológica.

Plantear, pues, la alternancia en el poder frente a un sector de derechas como el descrito en una democracia insana como la nuestra, no tiene nada de inocente. Un eventual triunfo de este sector político significa, ni más ni menos, el despliegue de un proyecto que en lo político perpetúa el pinochetismo sin Pinochet y en lo económico profundiza los ajustes neoliberales de los ochenta, con la salvedad de que el mundo de hoy está sumido en su peor crisis derivada de tales medidas. Puede que un Chile a la extrema derecha sea una gran noticia para las transnacionales y la banca internacional, pero no son buenas nuevas para todos aquellos que tienen sed de justicia ni para todos los que siguen sufriendo en la pobreza.

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