jueves, 20 de agosto de 2009

HUGO FAZIO: Carta Económica 16 de Agosto de 2009

En el segundo trimestre la contracción de la economía chilena se acentuó en circunstancias que a nivel global la caída se desaceleró. Un factor determinante para que ello aconteciese fue el atraso con que se implementaron las políticas contracíclicas por la concepción oficial que predominó durante un lapso prolongado desde que se inició la crisis de que la economía chilena sería relativamente inmune a sus efectos. Formulación sin fundamento si se considera que se trata de una economía extraordinariamente abierta y, por tanto, muy sujeta a la evolución de los acontecimientos globales. Durante 2008 se siguió suponiendo que el problema principal residía en supuestos peligros inflacionarios, cuando era evidente que su curso descendería, tal cual sucedió. Además, la magnitud del plan de estímulo fiscal fue insuficiente y las medidas monetarias se basaron prioritariamente en modificar las tasas de interés, mecanismo que en períodos recesivos resulta muy poco relevante, como lo comprobó nuevamente su aplicación durante la crisis a nivel global.

El “repunte” de Velasco

Parece chiste, pero no lo es. El ministro Velasco, al comentar el indicador mensual de actividad económica (Imacec) de junio, que constató una caída en la actividad en doce meses de 4% y de 4,3% en el segundo trimestre con relación a los mismos meses del año anterior, la reducción más fuerte producida desde que el país entró en recesión en el segundo semestre de 2008, subrayó que “lentamente (…) hay indicios de repunte” (06/08/09). Su afirmación, similar a la efectuada por la presidenta de la República, Michelle Bachelet, la hizo descansar en que durante junio el índice de estacionalidad experimentó una recuperación de 0,8% con relación a junio la primera cifra positiva de este indicador desde enero, ubicándose eso sí todavía 5,9 puntos porcentuales por debajo del nivel alcanzado en el mismo mes de 2008.

El Imacec registra cifras negativas en doce meses desde noviembre. Por su parte, el PIB anota variaciones trimestrales en rojo, con relación al lapso inmediatamente anterior, desde el tercer trimestre de 2008. Cuando se produjo una segunda reducción, haciendo la misma comparación, y se le señaló al ministro Velasco que usando parámetros muy empleados en el mundo, eso indicaba la existencia de una recesión económica contestó que siempre debía utilizarse el mismo “termómetro”[1]. Es decir, debía efectuarse la comparación en doce meses. Pero, cuando las cifras interanuales alcanzan su mayor caída en el segundo trimestre de 2009, basa su análisis en comparar en forma desestacionalizada con el mes precedente, utilizando como referencia sólo este dato.

Imacec: Variación porcentual en doce meses con cifras negativas
(Fuente: Banco Central. Variación porcentual)

Mes % Mes % Mes %
2008, noviembre -1,1 2009, febrero -3,7 2009, mayo -4,4
Diciembre -0,2 marzo -0,7 junio -4,0
2009, enero -2,1 abril -4,6

El no reconocer la realidad condujo a que la aplicación de políticas anticíclicas fiscales y monetarias se efectuase con evidente retraso. Empezaron a implementarse desde comienzos del presente año cuando la recesión ya se manifestaba durante varios meses. Chile fue uno de los primeros países en América Latina en entrar en recesión. Ello no fue fruto de la casualidad sino de ser una economía extraordinariamente abierta y, por tanto, muy dependiente de lo que acontezca positiva o negativamente a nivel mundial, así como de depender de unos pocos rubros que son la base de sus exportaciones, y por otra parte de la aplicación de políticas tardías para enfrentar el curso descendente.

Si se hubiesen utilizado oportunamente las medidas anticíclicas, implementándolas antes de configurarse el cuadro recesivo, y con mayor fuerza, considerando que una economía tan extremadamente abierta como la chilena inevitablemente debía sufrir las consecuencias de la crisis mundial en desarrollo, que alcanzó una profundidad superior a partir del mes de septiembre de 2008, luego de agudizarse la crisis financiera, los efectos negativos habrían sido menores. Este retraso para actuar tuvo como costo que en Chile durante el segundo trimestre se acentuase la caída del producto, cuando la tendencia a nivel global fue en ese mismo lapso que el curso recesivo se desaceleró con relación a los meses precedentes.

Otro país en que se acentuó la contracción económica en el segundo trimestre fue Rusia, al caer en cifras interanuales en un 10,9%, después de haberse reducido en enero-marzo en 9,8%, poniéndose fin a un período de expansión del producto durante una década a un ritmo promedio del 7%. Este agudizamiento de la contracción, al igual que en el caso de Chile, tiene como una de sus principales explicaciones la demora en aplicar medidas de estímulo fiscal, que se pusieron en práctica sólo durante el segundo trimestre.

Los procesos cíclicos tienen etapas y por tanto sus fases de ascenso o descenso necesariamente se revierten en un momento. En consecuencia el tema no es si la recesión finalizará o no, sino su duración, profundidad, las consecuencias sociales que alcance y la forma que adquiera la salida. En el caso chileno para el término de la recesión, por su elevada dependencia de hechos externos, será determinante el curso de la economía mundial, la mayor o menor fuerza de las políticas anticiclicas, la evolución de los términos de intercambio y empezará a jugar a favor en la comparación interanual que ella se efectuará a partir de agosto con meses de crecimiento muy bajos e incluso desde un momento negativos. El crecimiento promedio agosto-diciembre fue en doce meses de apenas 1,7%, ligeramente superior al incremento de la población. De otra parte presionará negativamente la fuerte contracción experimentada por la demanda interna, una de cuyas causas reside en las altas tasas de desempleo, y muy posiblemente la probable deflación, que tienen una claro carácter contractivo, a menos que se actúe decididamente para detener o revertir estos factores adversos.

Chile durante la actual administración registra tasas de crecimiento insuficientes, con la sola excepción del primer semestre de 2007 cuando se colocó por encima de los indicadores de tendencia, es decir del ritmo de incremento de los factores productivos. De no superarse este desequilibrio aumentan los recursos no utilizados posibles de destinar a la producción de bienes y servicios. Es lo que, por lo general, ha sucedido en estos años. Si se toma el período transcurrido desde el segundo trimestre de 2006 -el primero del actual gobierno- hasta junio pasado, considerándose la variación porcentual en doce meses, se registra un crecimiento promedio de apenas 2,9%. Ello a pesar que desde el inicio de la actual administración hasta mediados de 2008 se vivió una etapa de condiciones externas extraordinariamente favorables que no se supo aprovechar[2]. Ello se tradujo en enormes utilidades para limitados sectores y fiscalmente se privilegió unilateralmente colocar los elevados excedentes presupuestarios anuales en activos financieros en el exterior.

Producto interno bruto actual gobierno a precios constantes
(Fuente: Banco Central. Variación porcentual con relación a igual período del año anterior)

Trimestre % Trimestre % Trimestre %
2006, segundo 4,9 2007, tercero 3,6 2008, cuarto 0,2
tercero 3,5 cuarto 3,8 2009, primero -2,1
cuarto 4,7 2008, primero 3,4 segundo -4,3
2007, primero 5,9 segundo 4,6 Promedio período 2,9
segundo 5,5 tercero 4,6

Pocos días después de conocerse la información del Imacec de junio, el INE entregó la cifra de inflación de julio, anotando una vez más una disminución con relación al mes anterior, de -0,4%, acumulando una variación en doce meses de sólo +0,3%, en circunstancias que en octubre de 2008 llegó a casi los dos dígitos, 9,8%. En apenas ocho meses su descenso fue espectacular. “Ni los propagandistas del pesimismo –comentó la presidenta Michelle Bachelet- van a poder negar que la baja es una muy buena noticia”. Sin duda, una inflación anual negativa –la cual a la fecha no se ha producido- hace desaparecer un factor de caída en el poder adquisitivo de las personas con ingresos fijos. Pero, es necesario detenerse en el origen principal de esta reducción en los precios, la contracción de la demanda interna, que es claramente una “mala noticia”. Tampoco es un hecho positivo que el país se enfrente al peligro de una deflación, fenómeno que tiene un carácter fuertemente contractivo, y se aleje ahora hacia abajo del objetivo del IPC anual del Banco Central fijado en 3%. En menos de un año el IPC varía en cifras cercanas a los dos dígitos. No constituye, precisamente, un mérito.

IPC: Variación porcentual en doce meses
(Fuente: INE. En porcentajes)

Mes % Mes % Mes %
2008, octubre 9,9 2009, enero 6,3 2009, mayo 3,0
noviembre 8,9 febrero 5,5 junio 1,9
diciembre 7,1 marzo 5,0 julio 0,3
abril 4,5

En la reducción de la inflación hasta julio influye, además, la evolución de la cotización de los commodities en los mercados internacionales que precisamente al mismo mes del año pasado tenían un fuerte curso ascendente, influyendo en precios muy importante en la canasta de consumo, como por ejemplo los derivados del petróleo. Estas cotizaciones descendieron agudamente en la segunda mitad de 2008, en consecuencia a medida que avance el presente año la comparación favorable irá desapareciendo y, en un momento, se revertirá. En tendencia opuesta actúa la paridad cambiaria, dado que se registra una revaluación del peso chileno con relación a lo acontecido a partir de octubre de 2008 cuando se colocó hasta febrero pasado sobre los $600 por dólar.

Las estimaciones del IPC a fin de año de LatinFocus Consensus Forecast, según su informe de agosto que se construye con las previsiones de instituciones financieras internacionales y locales, es de +0,2%, la más reducida entre todos los países latinoamericanos, cuyo promedio de inflación a esa fecha la cifra en 7,1%. Ello indica que la contracción de demanda en el país es, a lo menos, una de las mayores de la región, lo cual cuestiona las visiones oficiales eufóricas por la disminución de precios.

La caída que muestra el Imacec en la producción de bienes y servicios y la reducción de los precios motivada ante todo por el bajo nivel de la demanda interna, tienen, por tanto, en un porcentaje importante un mismo origen que es necesario revertir. Se requiere intensificar las políticas económicas anticíclicas, lo cual precisa de una acción más activa del Estado. Sin embargo, el Banco Central se limitó a mantener sus tasas de interés de instancia –cuyo efecto es muy marginal- sin adoptar medidas monetarias no convencionales que estimulen la actividad económica y continuó sin intervenir en el mercado cambiario.

De otra parte, frente a la conducta de la banca comercial privada de no traspasar al mercado la reducción de tasas de interés del Banco Central – lo cual resta relevancia a esta medida y en la práctica proporciona utilidades extras a las instituciones encargadas de intermediar estos recursos- las autoridades económicas se limitan a hacerles llamados para que lo hagan. “Declaraciones como éstas – constata hasta El Mercurio-, sin (…) acciones que corrijan los problemas, no apuntan a soluciones eficaces” (15/08/09). El país no necesitas de “comentaristas” de la conducta de la banca comercial privada, sino que impongan las regulaciones imprescindibles.
HUGO FAZIO
[1] Véase, Crisis mundial: ¿Recesión o Depresión?, Págs. 174-178.
[2] Véase, Chile en el período de las vacas gorda. Sus grandes beneficiarios. Cenda, 2007.

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