Nota de Vozsiglo21: este tema que ofrecemos a continuación es un tópico que muchos esconden y que en cierta medida lo expresa el documental “La vida de Adolfo Hitler” trasmitido vía History Channel un par de días atrás.
La Historia de la CIA (Parte III )
En la II Guerra Mundial, la actitud de los círculos empresariales norteamericanos hacia la Alemania nazi fue algo más que benevolente. En muchos casos, los magnates norteamericanos llegaron a apoyar económicamente al Partido Nacional-Socialista de Adolf Hitler. hombres de la industria, la política y las finanzas norteamericanas manifestaron públicas simpatías por los nazis en las antevísperas de la guerra. Personajes como Henry Ford, dueño de la industria de automóviles Ford y autor del libro antisemita "El judío internacional" (3); la familia Du Pont, propietaria de la legendaria General Motors; el multimillonario Rockefeller; los hermanos John y Allan Dulles (4), secretario del Departamento de Estado y jefe de la cia respectivamente; William Randolph Hearst, propietario de la mayor cadena de periódicos norteamericana y editor de la conocida revista Selecciones Reader´s Digest; Prescott Bush propietario petrolero y abuelo del actual presidente norteamericano George W. Bush, apoyaron de formas diversas el avance del fascismo alemán durante la década de los treinta. Las clases poderosas norteamericanas, que vivían en su propio país los efectos sociales de las crisis económica de 1929, contemplaban al nazismo como una útil herramienta contra la agitación y el avance del movimiento obrero en Europa. Pero no era esta su única motivación. Sin embargo, la actitud de empatía hacia el fascismo no era exclusiva de los norteamericanos. Muchos políticos europeos compartían con ellos idénticas afinidades. Su temor nació cuando entendieron que el expansionismo territorial alemán era irrefrenable. Pero ya era demasiado tarde. Una, fue el Buró de Información Militar (OWI), cuya responsabilidad consistía en organizar la propaganda en el interior y exterior de los Estados Unidos. La Agencia de Servicios Estratégicos (OSS), en cambio, se encargaba del espionaje militar. De hecho, en el curso de la guerra, la Inteligencia norteamericana tuvo que apoyarse en muchas ocasiones en el experimentado servicio de espionaje británico. Sea como fuere, el primer servicio coordinado de inteligencia de los Estados Unidos utilizó como pilares estas dos oficinas, y sobre ellas se constituiría, en 1947, la Central Intelligence of América, la CIA. Estaba claro que los Estados Unidos saldrían del conflicto mundial en óptimas condiciones desde el punto de vista económico y militar. La guerra había sido excesivamente cruel y los crímenes cometidos demasiado repugnantes. Por otra parte, el protagonismo de la liberación de Europa no sólo era patrimonio de los ejércitos Aliados. En Italia, por ejemplo, los guerrilleros partisanos, liderados por el Partido Comunista, habían derrotado a seis divisiones alemanas y liberado todo el norte del país. En Francia, los miembros de la Resistencia precedieron a las tropas aliadas en la liberación de París. En Europa se respiraba un clima de acendrado antifascismo. Los jefes de la OSS, William Donovan, James Angleton y Allan Dulles, con la colaboración de la Santa Sede, organizaron la evacuación de cerca de 10.000 nazis con destino a América Latina y los Estados Unidos. La finalidad del proyecto "Paperclip", - que así se denominó la operación – fue reclutar para la industria de guerra norteamericana, a los científicos nazis, a los especialistas en aeronáutica, en guerra biológica y química, en investigación nuclear y tratamiento del uranio. Durante medio siglo, rodeados del más absoluto secreto, estos nazis trabajarían en Fort Bragg (EEUU), en el complejo industrial militar, en la NASA y en la CIA. Pero no sólo fueron nazis alemanes los que al amparo de la Displaced Person Act se acogieron a una reglamentación privilegiada para entrar en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. En gran medida estos serian los mimbres sobre los que se urdiría la red de Inteligencia de los Estados Unidos en una buena parte del planeta. En Europa se encargó al general Gehlen y a agentes que habían pertenecido o colaborado con los servicios de los países del Eje, la organización de la red denominada "Stay-Behind" ("Permanecer detrás"). contra los Estados o grupos hostiles, o los apoyos de Estados o grupos amigos, deben ser planificados y ejecutados de manera que la responsabilidad de ningún Gobierno pueda aparecer a las personas ajenas y no autorizadas, y si ellas son descubiertas, el Gobierno de los Estados Unidos pueda denegar de manera fehaciente toda responsabilidad. Precisamente, tales operaciones están involucradas en la actividad secreta y en relación con la propaganda; la guerra económica, la acción preventiva directa, que incluye el sabotaje, el anti-sabotaje, las medidas de destrucción y de infiltración; la subversión de Estados hostiles, donde se incluye la asistencia a los movimientos de resistencia, a las guerrillas locales y a los grupos de liberación en el exilio; el apoyo a los elementos anticomunistas locales que se encuentren en los países amenazados del mundo libre. Estas operaciones no toman en cuenta los conflictos armados conducidos por las fuerzas armadas militares reconocidas, las del espionaje y el contraespionaje, la cobertura y el engaño llevadas por las operaciones militares". Con esta infraestructura humana el gobierno norteamericano intento construir los requisitos "técnicos" imprescindibles para impedir cualquier veleidad izquierdista en la Europa de la posguerra.
La Historia de la CIA (Parte III )
En la II Guerra Mundial, la actitud de los círculos empresariales norteamericanos hacia la Alemania nazi fue algo más que benevolente. En muchos casos, los magnates norteamericanos llegaron a apoyar económicamente al Partido Nacional-Socialista de Adolf Hitler. hombres de la industria, la política y las finanzas norteamericanas manifestaron públicas simpatías por los nazis en las antevísperas de la guerra. Personajes como Henry Ford, dueño de la industria de automóviles Ford y autor del libro antisemita "El judío internacional" (3); la familia Du Pont, propietaria de la legendaria General Motors; el multimillonario Rockefeller; los hermanos John y Allan Dulles (4), secretario del Departamento de Estado y jefe de la cia respectivamente; William Randolph Hearst, propietario de la mayor cadena de periódicos norteamericana y editor de la conocida revista Selecciones Reader´s Digest; Prescott Bush propietario petrolero y abuelo del actual presidente norteamericano George W. Bush, apoyaron de formas diversas el avance del fascismo alemán durante la década de los treinta. Las clases poderosas norteamericanas, que vivían en su propio país los efectos sociales de las crisis económica de 1929, contemplaban al nazismo como una útil herramienta contra la agitación y el avance del movimiento obrero en Europa. Pero no era esta su única motivación. Sin embargo, la actitud de empatía hacia el fascismo no era exclusiva de los norteamericanos. Muchos políticos europeos compartían con ellos idénticas afinidades. Su temor nació cuando entendieron que el expansionismo territorial alemán era irrefrenable. Pero ya era demasiado tarde. Una, fue el Buró de Información Militar (OWI), cuya responsabilidad consistía en organizar la propaganda en el interior y exterior de los Estados Unidos. La Agencia de Servicios Estratégicos (OSS), en cambio, se encargaba del espionaje militar. De hecho, en el curso de la guerra, la Inteligencia norteamericana tuvo que apoyarse en muchas ocasiones en el experimentado servicio de espionaje británico. Sea como fuere, el primer servicio coordinado de inteligencia de los Estados Unidos utilizó como pilares estas dos oficinas, y sobre ellas se constituiría, en 1947, la Central Intelligence of América, la CIA. Estaba claro que los Estados Unidos saldrían del conflicto mundial en óptimas condiciones desde el punto de vista económico y militar. La guerra había sido excesivamente cruel y los crímenes cometidos demasiado repugnantes. Por otra parte, el protagonismo de la liberación de Europa no sólo era patrimonio de los ejércitos Aliados. En Italia, por ejemplo, los guerrilleros partisanos, liderados por el Partido Comunista, habían derrotado a seis divisiones alemanas y liberado todo el norte del país. En Francia, los miembros de la Resistencia precedieron a las tropas aliadas en la liberación de París. En Europa se respiraba un clima de acendrado antifascismo. Los jefes de la OSS, William Donovan, James Angleton y Allan Dulles, con la colaboración de la Santa Sede, organizaron la evacuación de cerca de 10.000 nazis con destino a América Latina y los Estados Unidos. La finalidad del proyecto "Paperclip", - que así se denominó la operación – fue reclutar para la industria de guerra norteamericana, a los científicos nazis, a los especialistas en aeronáutica, en guerra biológica y química, en investigación nuclear y tratamiento del uranio. Durante medio siglo, rodeados del más absoluto secreto, estos nazis trabajarían en Fort Bragg (EEUU), en el complejo industrial militar, en la NASA y en la CIA. Pero no sólo fueron nazis alemanes los que al amparo de la Displaced Person Act se acogieron a una reglamentación privilegiada para entrar en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. En gran medida estos serian los mimbres sobre los que se urdiría la red de Inteligencia de los Estados Unidos en una buena parte del planeta. En Europa se encargó al general Gehlen y a agentes que habían pertenecido o colaborado con los servicios de los países del Eje, la organización de la red denominada "Stay-Behind" ("Permanecer detrás"). contra los Estados o grupos hostiles, o los apoyos de Estados o grupos amigos, deben ser planificados y ejecutados de manera que la responsabilidad de ningún Gobierno pueda aparecer a las personas ajenas y no autorizadas, y si ellas son descubiertas, el Gobierno de los Estados Unidos pueda denegar de manera fehaciente toda responsabilidad. Precisamente, tales operaciones están involucradas en la actividad secreta y en relación con la propaganda; la guerra económica, la acción preventiva directa, que incluye el sabotaje, el anti-sabotaje, las medidas de destrucción y de infiltración; la subversión de Estados hostiles, donde se incluye la asistencia a los movimientos de resistencia, a las guerrillas locales y a los grupos de liberación en el exilio; el apoyo a los elementos anticomunistas locales que se encuentren en los países amenazados del mundo libre. Estas operaciones no toman en cuenta los conflictos armados conducidos por las fuerzas armadas militares reconocidas, las del espionaje y el contraespionaje, la cobertura y el engaño llevadas por las operaciones militares". Con esta infraestructura humana el gobierno norteamericano intento construir los requisitos "técnicos" imprescindibles para impedir cualquier veleidad izquierdista en la Europa de la posguerra.
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